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martes, 5 de enero de 2021

Mambo USA 1954: apuntes para la historia de la música latina

La mención de una gira nacional de artistas latinos en 1954, conocida como Mambo USA, es una nueva oportunidad de conocer la historia de la fiebre del mambo en los Estados Unidos.

Jackie Danois en Chicago, hacia 1954. Fuente: McMains, 2015.


Primero, la gira oficialmente se llamó Mambo Rumba Festival (la h de Rhumba no aparece en los afiches). Los músicos y bailarines fueron reclutados en el Palladium de Nueva York e iniciaron labores en abril de 1954. Apenas en la tercera parada de la ruta, Filadelfia, el negocio comenzó a presentar problemas inconcebibles hoy día. Recuerda el bailarín Jackie Danois el mal ambiente por la cuestión racial: muy bien todo en el escenario, pero luego ya no querían ver los negros por el hotel o el vecindario, de suerte que tenían que permanecer prácticamente en el bus. Así que comenzaron las deserciones entre los que sentían la discriminación.

Otra escena de segregación ocurrió en un teatro de Baltimore. de repente, se presentan dos policías a exigir que unos muchachos negros abandonaran el primer piso, espacio prohibido, concentrándose en el segundo piso del auditorio. Lo mismo valía para los integrantes de la banda de Machito, que no podían permanecer allí, ni siquiera usar los baños (McMains, 2015).

Según otras fuentes, el festival se estrenó en el Apollo Theater, en mayo de 1954, (este producido por Sid Torin) y se había presentado en dieciséis ciudades, hasta el 16 de junio (García, 2006; Washburne, 2020).


Detalle de la programación del festival. Fuente: McMains, 2015. 

Mambo en el Carnegie Hall.

Por una breve nota en The New York Times (22-2-1954), sabemos que la noche del 20 de febrero hubo un concierto de mambo, producido por Irving Schacht y bajo la dirección musical de Gilberto Valdés. Arsenio Rodríguez y el pianista José Curbelo abrieron el concierto, con la pieza Mosaico (García, 2006). Según la cronología del jazz latino del Smithsonian, siguieron conciertos iguales en el Paramount Theater de Brooklyn. 

Ahora bien, el 22 de octubre se presentó de nuevo el espectáculo en el Carnegie Hall, con importantes novedades: el nombre fue "Mambo U.S.A.", a cargo de Norman Granz (otros afirman que fue iniciativa de George Goldner); en el elenco figuran Machito y Joe Loco, pero también un Carlos Ramírez (¿el cantante y guitarrista de Arsenio?) y los Mambo Aces (The New York Times: 23-10-1954). Este concierto era el inicio de una gira proyectada para 56 ciudades, pero apenas hizo unas diez (García, 2006).

En efecto, según reporta The Billboard, el once de noviembre se había decidido cancelar la gira, cumpliendo apenas tres semanas de las cinco programadas. Interesa saber que otros programas sufrieron la misma suerte en lo que el redactor llama "one of the oddest seasons". A media temporada se había cerrado el "Biggest Show of 1954", en cuyo cartel figuraban Billy Eckstine, Peggy Lee y la orquesta de Pete Rugolo, entre otros. El espectáculo dejaba pérdidas, mientras que las ganancias del mambo eran tan cortas que los organizadores no se atrevieron a llevarlo a la Costa Oeste.


The New York Times, 23-10-1954, p. 13.


Fuentes:

McMains, J. (2015). Spinning Mambo into Salsa: Caribbean Dance in Global Commerce. New York: OUP.

García, D. (2006). Arsenio Rodríguez and the Transnational Flows of Latin Popular Music. Temple University Press.

Smithsonian Jazz. Latin Jazz Timeline. En línea.

Rolontz, B. (1954). 1-Nighter Packages Find Road's Rocky. The Billboard. En línea.

Washburne, Ch. (2020). Latin Jazz. The Other Jazz. New York: OUP.

lunes, 31 de julio de 2017

Agostinho dos Santos canta boleros

Muy corta fue la carrera de este cantante paulista (1932-73), truncada por la fatalidad cerca del aeropuerto de Orly, en París. A principios de la década de 1950, inició su carrera de crooner, cantando en las emisoras de su ciudad natal, luego en las de Río. 

Con Moraes y Jobim en TV Paulista, 1960. Foto: Folhapress.

Podemos decir que desde su primer éxito, Meu benzinho, valse ganador del Disco de Oro en 1956, ha pulsado la cuerda romántica. Su carrera iba en ascenso, que lo llevaría a cantar la banda sonora de Orfeu do carnaval, en 1959. En la misma cuerda, vocaliza Balada triste (Vogeler-Silva), Cantiga de quem está só (Gouveia-Amorim). Luego es muy natural que, en 1962, sacara su elepé de boleros: Agostinho dos Santos canta boleros famosos.




Noite de ronda (Noche de ronda), de María Teresa Lara, versión de José Fortuna, 
Vida minha (Vida mía), de J. Morcillo y F. García Morcillo, versión de Julio Nagib, 
Angustia, de O. Brito, versión de A. Bourget, 
Dedicação (Sinceridad), de G. Pérez, versión de Ghiaroni, 
Frenesí, de A. Domínguez, versión de Lina Pesce, 
Oración caribe, de Agustín Lara, 
Aqueles olhos verdes (Aquellos ojos verdes), de N. Menéndez, versión de João de Barro, Quiéreme mucho, de Gonzalo Roig, versión de Mário Mendes, 
Acerca-te mais (Acércate más), de O. Farrés, versión de Marcos Augusto, Pecado, de Francini-Pontier-Bahr, versión de Carlos Américo, 
Vereda tropical, de Gonzalo Curiel, versión de Paulo Gilvan, 
Perfidia, de A. Domínguez. 
Hace un paréntesis para aquella histórica velada de bossa nova en el Carnegie Hall


Repitió la dosis, el año siguiente. Allí vienen, con arreglos de Élcio Alvarez: 

Solamente una vez, de A. Lara; Amor, de Ruiz-Méndez; Angelitos negros, de Blanco-Álvarez; Amor de mis amores, del mismo Lara; Noche de luna, de Curiel; Calla, tristeza, del mismo; Mar, de Ruiz-López; Recuerdos de ti, de R. Carbajo; Lindísima, de J. Quirós; Campanitas de cristal, de R. Hernández; Presentimiento, de E. Pacheco, y Sueños de París, del mismo Quirós.

Posteriormente versionó Bésame mucho, de C. Velázquez. También lleva el rótulo de bolero la pieza Esquecimento, de César-Brito.

Con Oscar Castro Neves y Henry Wilcox en el Carnegie Hall.

domingo, 6 de abril de 2014

Noche de bossa nova en el Carnegie. Minucias


Ya dijimos que las gestiones del empresario Sidney Frey, que había estado en Río en septiembre buscando a Tom Jobim y a Joâo Gilberto, terminaron esa noche en la velada del teatro novayorquino. Parece que el negocio no estaba en la boletería, sino en la edición estadinense de lo presentado en el show, mediante sus empresas Matador e Eleventh Avenue. 


El mítico teatro de la 57 y la 7.a recibió las expresiones artísticas brasileñas:
passistas, ritmistas y los modernos con su bossa nova.


La asistencia rondó las tres mil personas (pero nadie ha dicho cuántas boletas se vendieron). Respecto del porcentaje de brasileños no hay acuerdo: para Jobim era todo el mundo, para Cardoso unos quinientos.

Es corriente hablar de una “floresta de micrófonos” instalados. Había, incluso, uno que transmitía para Moscú (Radio Europa Libre). Sin embargo, los receptores del sonido interno del teatro no funcionaron. Esos percances técnicos, más los de los propios artistas, constituyen lo que la prensa brasileña reseñó como “el fracaso de la bossa nova”. En efecto, Menescal refiere que en el aeropuerto lo recibieron preguntándole a quemarropa por qué el fracaso. El escándalo en Brasil lo armó Tinhorâo, periodista en las columnas de O Cruzeiro, mas con el pecado de no tener información de primera mano, sino de tercera. A él se la pasó el cubano Orlando Suero, corresponsal en esa ciudad, siendo su fuente Sérgio Ricardo, que sí fue al Carnegie, como enviado del diario. Tan grave se puso la cosa que a la Cónsul, Sra. Dora Vasconcellos, le tocó aducir, como prueba en contrario, un video del concierto en que se veía al público aplaudiendo varios de los números. En fin, esa prueba reina le valió 450 dólares y a O Cruzeiro le tocó retractarse. Puede ser que la prensa brasileña exageró cargando la mano en los desaciertos, pero en la revista Billboard también se aludió al evento como "the Carnegie Hall debacle".



Bossa por todos lados en Billboard. No tenemos datos del concierto en Washington.


El público estaba citado para las 8:30, pero se sabe que arrancó Sérgio Mendes con su conjunto pasadas las nueve: es decir, el concierto no pudo durar más de tres horas, sino menos. Por la abundancia de intérpretes de última hora, el show hubiera podido extenderse más, de no ser por la multa en que hubiera incurrido Frey si pasaba de la medianoche. En todo caso, hicieron milagros con el tiempo, pues además de todos los brasileños actuaron Getz y Gary MacFarland. Es decir, en el cartel figuraban nueve artistas, y de repente aparecieron diez más. Billboard habla de 43 números presentados en menos de 180 minutos. Frey aprendió que un concierto de bossa debe tener dos o tres actos. O no lo aprendió, porque ese era su plan inicial.

Para muchos de los presentes, el punto alto de la noche había sido Agostinho dos Santos con Luiz Bonfá, cantando Manha de carnaval. Luego de ellos salió Jobim con Samba de uma nota só, y le ganaron los nervios, como le pasó a Menescal con O barquinho. Pero le quedaba el segundo turno a Tom, y lo hizo con Corcovado. Erró el tono y tuvo que volver a arrancar, no obstante lo cual el público se lo perdonó en el aplauso. Pero el verdadero suceso vendría con la salida de Gilberto, quien puso a trabajar, por primera vez, a los fotógrafos. Cantó Samba da minha terra, Corcovado y Desafinado, con una buena impresión en los músicos presentes, como Gillespie y Davis.

El desquite

Si bien varios artistas quedaron contratados por lo que mostraron esa noche, se advierte que hubo ánimo de reivindicarse. Ello se vio con el concierto que patrocinó el Gobierno brasileño, en este caso representado por la señora Dora Vasconcellos, en el Village Gate, el 3 de diciembre siguiente. Fue un show doble, a las 8:30 y a las 11:30. Se invitó a Herbie Mann y la entrada valía 3 dólares. 
En las Live Reviews de Billboard, se refiere a “the Carnegie Hall debacle” como supuesto fin de la era bossa. Para rectificar a los pesimistas, se afirma que la presentación del lunes 3 fue “near-perfect”. Herbie Mann, además de tocar la flauta, introdujo todos los actos. Cuenta el cronista que el Sexteto de Sérgio Mendes “encendió la sala”; que Gilberto, con su plañidero canto, tocó todos los corazones; que Bonfá se lució con su guitarra, pero que Ricardo, Menescal y Lyra no brillaron como cantantes, sino como compositores.



Como desagravio del Carnegie, no se podía buscar sino otro templo.


Pocos días después se presentaron en Washington y luego fueron recibidos en la Casa Blanca. De esa visita se recuerda que la Sra. Kennedy contó que su bossa preferida era Maria Nobody.

El concierto en cifras

Respecto de las cuentas del negocio, Billboard reportó, el 22 de diciembre, que las pérdidas ascendieron a US $ 10 000, no obstante haber llenado el lugar. Los ingresos sumaron 8465,92 y los costos llegaron a 18 318,49. Solo por concepto de músicos se pagaron 7876,60. Las causas del descalabro, según la revista, fueron el notable aumento de intérpretes de última hora, así como haberles pagado tarifa de concierto, 194, cuando la ordinaria de concierto era 26. Frey se defendía diciendo que no tuvo corazón para dejar a ninguno por fuera. Pero más que corazón simpático, lo que tenía era fe en sus futuras ventas.

martes, 25 de marzo de 2014

De un callejón al Carnegie Hall: así surgió la fiebre de la bossa nova


Se corría un riesgo considerable al transitar por el Beco das Garrafas, y no precisamente porque allí hubiera burdeles. Dicho Beco das Garrafas, o callejón de las botellas, había sido en otro tiempo el Beco das Garrafadas, o callejón de los botellazos. En efecto, los moradores del lugar, en la calle Duvivier de Copacabana, acostumbraban lanzar botellas desde los pisos superiores a los parroquianos de las discotecas, si bien parece que con poca puntería. Seguro les iba mejor cuando lanzaban agua sucia o aguas menores de los vecinos.


El aforo de los sitios era de unas "sesenta personas
apretadas, si no llevaban chaquetas con hombreras".


Pero no es por los pasatiempos de sus habitantes que hablamos aquí del Beco, sino porque allí principia un trascendental capítulo de la historia de la bossa nova, para ir a terminar a Nueva York, como se verá.

En los bares del Beco se reunían los jóvenes músicos para tocar lo que realmente les interesaba: el jazz. La lista de los bares es conocida, nombrando del fondo a la calle: Little Club (donde se reunían los domingos), Baccara, Bottle’s Bar y Ma Griffe. Pues hasta allá llegó Sidney Frey, de la disquera Audio Fidelity, a contratar a unos músicos que ya tenían reconocimiento: Jobim (35), Gilberto (31) y Bonfá (40). Así lo hizo, pero reclutando además a otros miembros poco conocidos de la naciente escena de la bossa. Frey contó con la ayuda de un conocedor del medio: Mário Dias Costa, parroquiano del Beco y jefe de la división de Difusión Cultural de Itamaraty, alias Ministerio de Relaciones Exteriores del Brasil.


Sidney Frey, presidente de Audio Fidelity. Esa noche los organizadores perdieron
diez mil dólares, pero los músicos se dieron vitrina y el público se divirtió.


El show en Nueva York se ofrecía como Bossa nova - nuevo jazz brasileño, organizado por el ya nombrado empresario de la Audio Fidelity y Robert Wool, editor de Show Magazine; la producción de Phil Schapiro y la locución de Leonard Feather. La cita tuvo lugar el miércoles 21 de noviembre del 62, a las 8:30, para extenderse por más de tres horas. Se refiere que a la función asistieron unas tres mil personas, entre ellas la plana mayor del jazz: Dizzy Gillespie, Miles Davis y otros artistas destacados.



Parte del programa, sumamente extenso, con más de cuarenta números y unas
tres y media horas de duración. Más que concierto fue una muestra cultural del país.


Los resultados de la velada son polémicos. Si bien el valor histórico de la presentación de la nueva ola brasileña en Nueva York es indisputable, respecto del valor puramente musical de la audición los comentarios son negativos. Dicen unos que el fiasco se debió a que los organizadores se concentraron en la grabación del concierto, pero el sonido para el público fue fatal. Ello sería una buena explicación para el hecho de que el concierto se repitiera poco después en el Village Gate de Greenwich Village, casi con la misma plantilla. En el mismo sentido iría la reacción de la prensa brasileña. Asimismo puede citarse parte de la reseña del New York Times, en que se quejan de la “selva de micrófonos” y la amplificación que “redujo los grupos instrumentales brasileños a un chirrido monótono”, para no hablar de que la mayoría de cantantes “tenía poco que ofrecer”. De los tiros solo se salvaron Jobim y Gilberto.


En esa tapa van apretados 16 intérpretes,
y quedó faltando gente, como Jobim.


A pesar de los percances, entre los cuales Ruy Castro menciona que “casi todos los cantantes intentaron dirigirse al público en inglés, dejando fatal en Nueva York la imagen de nuestros colegios públicos”, el objeto se cumplió. Luego de la audición hubo feijoada por cuenta de Frey. Gilberto firmó contrato con un club y cuadró la grabación de un disco con Verve. Jobim firmó como arreglista para la Leeds Corporation, a Castro Neves se le abrieron las puertas del Waldorf Astoria y a Carlos Lyra se le propuso grabar con Paul Winter.

En fin, esa noche del Carnegie fue el principio de la bossa con músicos brasileños, pues la fiebre había empezado, unos meses antes, con el álbum Jazz Samba, de Getz y Byrd, que en septiembre ingresó al listado Billboard, donde llegaría a la cima.


Varig colaboró con unos billetes, Itamaraty puso otros.
De no ser así cómo hubieran sido las pérdidas de Frey.

*Todas las peripecias del concierto las ha referido el periodista Ruy Castro en Bossa nova: la historia y las historias. Libro de amenísima lectura.
**Puede verse parte del capítulo de Eyewitness dedicado al New Beat.
***Lalo Schifrin y Stan Getz aparecían en la programación, pero no alcanzaron a salir por lo numeroso del cartel.