lunes, 29 de enero de 2018

Wilfrido Vargas en su salsa

Hijo de músicos, Wilfrido Vargas principió sus andanzas musicales en 1972, al frente de los Beduinos. Si bien se le reconoce por el aporte al ritmo nacional de los dominicanos, su discografía comprende otros ritmos antillanos. Salsa y bolero es lo que les traemos a continuación. Recuérdese que Wilfrido participó en el concierto de Fania en La Habana, 1979. 


El grupo de Wilfrido trabajaba en La Casbah, club de ambiente árabe
a las afueras de Santo Domingo.

La relación amorosa de Wilfrido con Barranquilla la explicó el mismo en una entrevista: “En 1981, me entregué a este pueblo como ninguno. En 1982, el Congo de Oro me lo gané yo. Cada vez que vengo aumenta mi ilusión, porque en este pueblo he dejado el corazón”. Ese primer Congo se lo ganó en categoría salsa...
A continuación, pues, una serie de números en que Wilfrido se aparta del merengue:

Pambiche lento (Ch. Vásquez), La empalizáSalsa nupcialBeethoven en mi menteBalada de otoñoHipocresía (S. Ovalle), Para ellos dos (S. Ovalle), Lola (M. Santana; canta Víctor Waill), No matarás (B. Cepeda; canta Vicente Pacheco). A título de curiosidad, Víctor Waill grabó baladas.
Descripción de un sueño (Hierrezuelo), Preparen candela (J. Blez), Cachita (Hernández), Sansón Batalla (A. Daly; versión anterior a la de Sanabria), De repente (A. Romero), Envidia na ma (R. Labasta), Pal campo (Neftyn), Amor perdido (P. Flores), Perdido en mi pensamientoEnsillando mi caballo, Cumbanchero de GualeyDon Andrés, La hiedra (Serafino), Riski (A. Barroso, 1952: en portugués, Risque; la forma española es la pronunciación aproximada de este; versión de Graciela), Pale paleSimplemente una ilusión, la danza Bajo la sombra de un pino (Acosta), A ti, Mosaico n. 1Somos de tierra (Villarman-Vargas), Ya no me quieras tanto (R. Hernández), Flores, flores (A. Cabán), El comandante (Díaz-Vargas-Rodríguez: homenaje a Francisco Caamaño), Lo que yo quiero ser (R. Escudero), Somos (Rodríguez-Víctor), Bota la bata (I. Villanueva), Sambunango Teleño (A. Flores), Austrialina (W. Vargas), Socaribe (O. Girón), Amor casual (M. Jiménez), Dame un beso (L. Rosario), El negro elegante (W. Vargas), Apriétame (D. Choy), Mi mejor momento (S. Ramírez), Obsceno (Wando et al), Suite de amor #1 (P. Flores), Nervioso (Y. Núñez).




Otra parte de la obra de Wilfrido se compone de canciones colombianas, entre ellas los vallenatos Dime pajarito (O. Daza), Drama provinciano (L. Bueno), Todo es para ti (C. Ochoa), Bonita (D. Díaz), Porque no te tengo (M. Díaz), Te necesito (D. Díaz). Con el Binomio de Oro hizo Linda melodía. Además, 
El machete (G. Romero), El polvorete (M. González), El africano, Las mellizas (C. Ochoa), Ron pa to el mundo (F. Solano), El vampiro (E. Herrera).

jueves, 18 de enero de 2018

Manengue: un mítico percusionista cubano

Manengue: un apodo desconocido, aunque muy cercano al de dos percusionistas puertorriqueños, distinguió al percusionista cubano Antonio Orta (1881-1967). Su historia es de principios del siglo pasado, según la cuenta Padura, cuando trabajaba para Tata Alfonso y, en un arranque de espontaneidad alcohólica, cogió un cencerro que le habían encargado para una vaca y se puso a percutirlo, seguramente en pleno montuno. La campana sonó y se quedó adosada a los timbales, hallazgo de Manengue, de Ulpiano Díaz o de Guillermo García, como quieren otros. 


Foto: Quintana-Silverman.


Esa innovación, fechada en 1912, le dio una nueva vida al danzón, incorporando en la última parte los trucos del timbalero ñáñigo y rumbero. También se le atribuye la adopción de la cajita china, en una época en que el timbal era la única percusión del grupo; así como inaugurar los solos de timbal.
Contra su notoria habilidad militó una singular afición a la bebida, cuya consecuencia fue una merecida fama de informalidad (incumplimiento). Ello y la edad lo fueron haciendo a un lado, de suerte que volvió a ser músico ambulante en su natal Regla. Como eso no daba para vivir, tenía que rebuscarse pasando la jornada en el agua, en procura de calandraca (alimento para peces). De aquí le resultó la reuma que, unida a la ceguera, acabaron por matar de tristeza al hombre que le cambió el aspecto rítmico a la música cubana.

Foto: Padura.


Fuentes:

Leonardo Padura. Réquiem por Manengue, en El viaje más largo. Plaza Mayor, 2002.

José Luis Quintana y Chuck Silverman. Changuito: A Master's Approach to Timbales. Alfred Music Publishing, 1998.



Cerro de Murillo: fantasía vallenata de Santander Durán

Santander Durán Escalona (Valledupar, 1944) es un compositor premiado varias veces en el Festival Vallenato, pero no por el paseo que es objeto de esta nota, Cerro de Murillo

Compositor e intérprete, a la vieja usanza.

Suelen definirlo como romántico y costumbrista, sin dejar por ello el asunto social o histórico. Así lo prueban sus canciones Lamento arhuaco, Las bananeras, El último embaucador. Su primera composición, Añoranzas del Cesar, tiene su anécdota histórica. Enviado a estudiar a Barranquilla en 1960, hizo este lamento que había de convertirse en el himno del futuro departamento, escindido del Magdalena. 
El tema viene en el noveno y último álbum de Jorge Oñate con los hermanos López, Canto a mi tierra (1975). Allí hay de todo: los conquistadores de Valledupar, fantasía de leyendas y apariciones, serenatas y amores, el del cantor no correspondido y, por tanto, en pena por esas soledades. Tobías Gutiérrez, ganadero y compositor (de pronto al contrario), murió en la región de Murillo y por allí anda penando, jinete a caballo blanco. Durán amenaza a la dueña de sus pensamientos en coger camino a la Sierra, errando como Gutiérrez, si ella no lo remedia. 

Foto: Wikipedia.