Se
corría un riesgo considerable al transitar por el Beco das Garrafas, y no
precisamente porque allí hubiera burdeles. Dicho Beco das Garrafas, o callejón
de las botellas, había sido en otro tiempo el Beco das Garrafadas, o callejón
de los botellazos. En efecto, los moradores del lugar, en la calle Duvivier de
Copacabana, acostumbraban lanzar botellas desde los pisos superiores a los parroquianos
de las discotecas, si bien parece que con poca puntería. Seguro les iba mejor
cuando lanzaban agua sucia o aguas menores de los vecinos.
El aforo de los sitios era de unas "sesenta personas apretadas, si no llevaban chaquetas con hombreras". |
Pero
no es por los pasatiempos de sus habitantes que hablamos aquí del Beco, sino
porque allí principia un trascendental capítulo de la historia de la bossa
nova, para ir a terminar a Nueva York, como se verá.
En
los bares del Beco se reunían los jóvenes músicos para tocar lo que realmente
les interesaba: el jazz. La lista de los bares es conocida, nombrando del fondo
a la calle: Little Club (donde se reunían los domingos), Baccara, Bottle’s Bar y Ma Griffe. Pues hasta allá
llegó Sidney Frey, de la disquera Audio Fidelity, a contratar a unos músicos
que ya tenían reconocimiento: Jobim (35), Gilberto (31) y
Bonfá (40). Así lo hizo, pero reclutando además a otros miembros poco conocidos de la naciente
escena de la bossa. Frey contó con la ayuda de un conocedor del medio: Mário
Dias Costa, parroquiano del Beco y jefe de la división de Difusión Cultural de Itamaraty, alias Ministerio de Relaciones Exteriores del Brasil.
Sidney Frey, presidente de Audio Fidelity. Esa noche los organizadores perdieron diez mil dólares, pero los músicos se dieron vitrina y el público se divirtió. |
El
show en Nueva York se ofrecía como Bossa nova - nuevo jazz brasileño,
organizado por el ya nombrado empresario de la Audio Fidelity y Robert Wool,
editor de Show Magazine; la producción de Phil Schapiro y la locución de
Leonard Feather. La cita tuvo lugar el miércoles 21 de noviembre del 62, a las
8:30, para extenderse por más de tres horas. Se refiere que a la función asistieron unas tres mil personas, entre ellas la plana mayor del jazz: Dizzy
Gillespie, Miles Davis y otros artistas destacados.
Parte del programa, sumamente extenso, con más de cuarenta números y unas tres y media horas de duración. Más que concierto fue una muestra cultural del país. |
Los
resultados de la velada son polémicos. Si bien el valor histórico de la
presentación de la nueva ola brasileña en Nueva York es indisputable, respecto
del valor puramente musical de la audición los comentarios son negativos. Dicen
unos que el fiasco se debió a que los organizadores se concentraron en la
grabación del concierto, pero el sonido para el público fue fatal. Ello sería
una buena explicación para el hecho de que el concierto se repitiera poco
después en el Village Gate de Greenwich Village, casi con la misma plantilla. En el mismo sentido
iría la reacción de la prensa brasileña. Asimismo puede
citarse parte de la reseña del New York Times, en que se quejan de la “selva de
micrófonos” y la amplificación que “redujo los grupos instrumentales brasileños
a un chirrido monótono”, para no hablar de que la mayoría de cantantes “tenía
poco que ofrecer”. De los tiros solo se salvaron Jobim y Gilberto.
En esa tapa van apretados 16 intérpretes, y quedó faltando gente, como Jobim. |
A
pesar de los percances, entre los cuales Ruy Castro menciona que “casi todos
los cantantes intentaron dirigirse al público en inglés, dejando fatal en Nueva
York la imagen de nuestros colegios públicos”, el objeto se cumplió. Luego de
la audición hubo feijoada por cuenta
de Frey. Gilberto firmó contrato con un club y cuadró la grabación de un disco
con Verve. Jobim firmó como arreglista para la Leeds Corporation, a Castro Neves se le abrieron las puertas del
Waldorf Astoria y a Carlos Lyra se le propuso grabar con Paul Winter.
En
fin, esa noche del Carnegie fue el principio de la bossa con músicos
brasileños, pues la fiebre había empezado, unos meses antes, con el álbum Jazz
Samba, de Getz y Byrd, que en septiembre ingresó al listado Billboard, donde
llegaría a la cima.
Varig colaboró con unos billetes, Itamaraty puso otros. De no ser así cómo hubieran sido las pérdidas de Frey. |
*Todas las peripecias del concierto las ha referido el periodista Ruy Castro en Bossa nova: la historia y las historias. Libro de amenísima lectura.
**Puede verse parte del capítulo de Eyewitness dedicado al New Beat.
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