martes, 25 de marzo de 2014

De un callejón al Carnegie Hall


Se corría un riesgo considerable al transitar por el Beco das Garrafas, y no precisamente porque allí hubiera burdeles. Dicho Beco das Garrafas, o callejón de las botellas, había sido en otro tiempo el Beco das Garrafadas, o callejón de los botellazos. En efecto, los moradores del lugar, en la calle Duvivier de Copacabana, acostumbraban lanzar botellas desde los pisos superiores a los parroquianos de las discotecas, si bien parece que con poca puntería. Seguro les iba mejor cuando lanzaban agua sucia o aguas menores de los vecinos.

El aforo de los sitios era de unas "sesenta personas
apretadas, si no llevaban chaquetas con hombreras".

Pero no es por los pasatiempos de sus habitantes que hablamos aquí del Beco, sino porque allí principia un trascendental capítulo de la historia de la bossa nova, para ir a terminar a Nueva York, como ya se verá.

En los bares del Beco se reunían los jóvenes músicos para tocar lo que realmente les interesaba: el jazz. La lista de los bares es conocida, nombrando del fondo a la calle: Little Club (donde se reunían los domingos), Baccara, Bottle’s Bar y Ma Griffe. Pues hasta allá llegó Sidney Frey, de la disquera Audio Fidelity, a contratar a unos músicos que ya tenían reconocimiento: Jobim (35), Gilberto (31) y Bonfá (40). Así lo hizo, pero reclutando además a otros miembros poco conocidos de la naciente escena de la bossa. Frey contó con la ayuda de un conocedor del medio: Mário Dias Costa, parroquiano del Beco y jefe de la división de Difusión Cultural de Itamaraty, alias Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil.

Siney Frey, presidente de Audio Fidelity. Esa noche los organizadores perdieron
diez mil dólares, pero los músicos se dieron vitrina y el público se divirtió.


El show en Nueva York se ofrecía como Bossa nova - nuevo jazz brasileño, organizado por el ya nombrado empresario de la Audio Fidelity y Robert Wool, editor de Show Magazine; la producción de Phil Schapiro y la locución de Leonard Feather. La cita tuvo lugar el miércoles 21 de noviembre del 62, a las 8:30, para extenderse por más de tres horas. Se refiere que a la función asistieron unas tres mil personas, entre ellas la plana mayor del jazz: Dizzy Gillespie, Miles Davis y otros artistas destacados.

Parte del programa, sumamente extenso, con más de 40 números y unas
tres y media horas de duración. Más que concierto fue una muestra cultural del país.

Los resultados de la velada son polémicos. Si bien el valor histórico de la presentación de la nueva ola brasileña en Nueva York es indisputable, respecto del valor puramente musical de la audición los comentarios son negativos. Dicen unos que el fiasco se debió a que los organizadores se concentraron en la grabación del concierto, pero el sonido para el público fue fatal. Ello sería una buena explicación para el hecho de que le concierto se repitiera poco después en el Village Gate de Greenwich Village, casi con la misma plantilla. En el mismo sentido iría la reacción de la prensa brasileña. Asimismo puede citarse parte de la reseña del New York Times, en que se quejan de la “selva de micrófonos” y la amplificación que “redujo los grupos instrumentales brasileños a un chirrido monótono”, para no hablar de que la mayoría de cantantes “tenía poco que ofrecer”. De los tiros solo se salvaron Jobim y Gilberto.

En esa tapa van apretados 16 intérpretes,
y quedó faltando gente, como Jobim.

A pesar de los percances, entre los cuales Ruy Castro menciona que “casi todos los cantantes intentaron dirigirse al público en inglés, dejando fatal en Nueva York la imagen de nuestros colegios públicos”, el objeto se cumplió. Luego de la audición hubo feijoada por cuenta de Frey. Gilberto firmó contrato con un club y cuadró la grabación de un disco con Verve. Jobim firmó como arreglista para la Leeds Corporation,  a Castro Neves se le abrieron las puertas del Waldorf Astoria y a Carlos Lyra se le propuso grabar con Paul Winter.


En fin, esa noche del Carnegie fue el principio de la bossa con músicos brasileños, pues la fiebre había empezado, unos meses antes, con el álbum Jazz Samba, de Getz y Byrd, que en septiembre ingresó al listado Billboard, donde llegaría a la cima.

Varig colaboró con unos billetes, Itamaraty puso otros.
De no ser así cómo hubieran sido las pérdidas de Frey.

*Todas las peripecias del concierto las ha referido el periodista Ruy Castro en Bossa nova: la historia y las historias. Libro de amenísima lectura.

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