jueves, 13 de marzo de 2014

Cielo de tambores.

Los que solemos andar La Candelaria, notamos con agradable extrañeza un estrépito de tambores y panderetas.
Sobre las siete de la noche, los parroquianos del barrio se agolpaban en la esquina de la Alcaldía Menor de La Candelaria, precisamente en frente de ese vagoncito convertido en café. Aquello era una algarabía de una veintena de jóvenes percutiendo sus instrumentos y acompañando su toque con una coreografía, que a veces parecía la rueda de una conga.

En los ensayos, donde todos estirábamos los teléfonos para captar un poquito de esa energía.


Averiguando un poco más el asunto, descubrimos que la compañía se llama Aainjaa, y que ese sonido poderoso de la percusión brasileña se ha logrado en un tiempo más bien corto. Fuimos a verlos en La Media Torta, donde se ganaron los aplausos de varios cientos de asistentes. Allí estuvieron con sus llamativos uniformes, presentando, además de la percusión, instrumentos de viento. Por supuesto que no se oían claramente en medio del frenético repicar de las baquetas. Pero esos son detallitos fáciles de corregir.

El escenario de La Media Torta lucía estrecho para esta desbordante tropa.


Marly García es una de las integrantes del grupo, quien gentilmente por chat ha satisfecho parte de nuestra curiosidad. Ella afirma ser bailarina, ahora aprendiz de percusionista. Bailando lleva siete años, y toma la percusión como un complemento a su oficio en la danza. Cada golpe de su tambor es una descarga de energía física y espiritual.
Declara también que para la danza todo el cuerpo es susceptible de expresar o comunicar algo. Le creemos, pero lo cierto es que, con su tambor terciado, los brazos y la coreografía que con ellos ejecuta cobran un protagonismo inesperado. Es decir: el toque del tambor ha cobrado una dimensión estética.

Como a estas alturas las palabras resultan insuficientes, o bien deficiente nuestra capacidad, los remitimos al siguiente video:

https://www.youtube.com/watch?v=MKM_IKRPsR8


Seguimos andando las mismas calles de La Candelaria, pero en los alrededores de la Alcaldía Menor ya nadie se agolpa: Aainjaa ya no ensaya allí y lo único que interrumpe el silencio es el ruido de uno que otro pito destemplado...





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