viernes, 21 de marzo de 2014

Jazz Samba, un capítulo de la historia de la bossa


Puede ser una de las curiosas anécdotas de la historia del jazz el saber que la grabación del disco que creó la fiebre de la bossa nova en EE. UU., Jazz Samba, tomó apenas tres horas.



Pero como no se cambia el rumbo de la música en tan breve lapso, importa averiguar qué pasó antes de esa histórica reunión en Washington D. C., hace más de medio siglo, en 1962. En este cuento, como en todo hecho importante, hay un caudal de noticias ciertas y una buena parte de versiones encontradas, según la posición en que cada uno quiera pasar a la historia del jazz.



Pues bien, principiemos por los hechos. Es realmente grato constatar que la diplomacia de un país sirve para algo, es decir, que rinde frutos más allá de reuniones protocolarias y papel sellado. En efecto, a la diplomacia gringa, en su capítulo cultural, le cabe buena parte de la responsabilidad en la divulgación de la música brasileña, aunque de carambola. Siendo su primer objeto promocionar culturalmente a su país en el hemisferio, resultaron poniendo en contacto a los músicos del norte con los del sur. Los unos artistas de jazz necesitados de renovación, los otros andaban en la movida de la bossa nova.

Entre estos embajadores culturales gringos venidos a Brasil, destacamos al trío del guitarrista Charlie Byrd. Viajaron, pues, en la primavera del 61 a cuenta del Departamento de Estado, por tres meses. El trío estaba compuesto además por el bajista Keter Betts y el baterista Buddy Deppenschmidt.

Deppenschmidt aprendió el ritmo de la bossa en la mata, pero no se le da el crédito debido, por no hablar de las regalías.


Aquí ya vamos con las versiones. Bajista y baterista refieren que pasaron una semana en Salvador, Bahía. Allí los recibió en su casa el juez Carlos Coqueijo Costa. Según Betts, tanto el juez, como su esposa y su hija tocaban la guitarra. Luego la familia mostró a los huéspedes unas grabaciones de Gilberto y de Jobim. 
Aquí toma la palabra Deppenschmidt para contar que Costa tenía un hijo pianista y percusionista que, a falta de instrumentos a la mano, tomando unas baquetas y los elepés que ya dijimos, se puso a darles una lección de la percusión típica de la bossa. Fue, pues, una velada musical con hondas repercusiones en la historia de la música latina.
Al día siguiente los dos -no mencionan a Byrd- fueron a conseguir las grabaciones que les habían mostrado y a ponerse, luego, a practicar el nuevo estilo. 
Después, estando cerca de Porto Alegre, cuenta Deppenschmidt que lo invitaron a otra cena como la de Salvador, donde una familia más musical, si cabe, que la primera. Allí continuaron las lecciones del nuevo ritmo y se estableció una relación epistolar entre este afortunado baterista y su anfitriona, Maria de Lourdes Regina Pederneiras, así como con el mentado juez Costa, luego empleado de la OEA, quien le acompañaba las cartas de nuevos discos.

Creed Taylor, productor y ficha clave de la historia, como quiera que la cuenten.

Ahora bien, vueltos al país luego de tan intenso viaje, la cosa consistía en venderle a una disquera el proyecto de sacar un disco de bossa nova. No es claro si para entonces el propio Byrd estaba entusiasmado con la idea o si sus colegas tuvieron que convencerlo. Lo cierto es que el productor que al fin dijo sí fue Creed Taylor, quien parece que tuvo la genial idea de vincular al proyecto a Stan Getz.

Así volvemos adonde arrancamos: la tarde del martes 13 de febrero del 62, en que Taylor y Getz llegan a Washington sobre las dos de la tarde, se juntan allí con el trío de Byrd y a eso de las seis ya están de vuelta para Nueva York. En unas pocas horas, que bien pueden ser las de un ensayo cualquiera, producen un disco que divide en dos la historia de la bossa nova, y también del jazz. El disco salió, por fin, el 20 de abril.

El resto de la historia es el éxito, si bien en partes desiguales. Jazz Samba vendió medio millón de copias en 18 meses, llegó a la cima de Billboard -registro único para un álbum de jazz-, y permaneció en lista por 70 semanas. Una versión editada de Desafinado le dio un Grammy a Getz por ejecución de solo de jazz y a Taylor le dio prestigio como nuevo productor.
Lo malo y lo feo le tocó al trío, pues tuvo que acudir a los juzgados para arreglar lo correspondiente a regalías. A la bossa nova y a Getz aún les falta un peldaño por escalar, mientras que Byrd ya no volverá a conocer un éxito de esas dimensiones.
Cerramos, pues, con la recordada actuación del conjunto en el show de Perry Como.

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