jueves, 1 de mayo de 2014

Las audacias de Cheo Feliciano.


Yendo a los orígenes, nos topamos con Cheo, criado entre las panderetas de los pleneros de su natal Ponce. Esa sería la vertiente percusiva. La romántica hay que rastrearla en casa de sus padres, carpintero y ama de casa. Pues el jefe de casa tenía la bonita costumbre de relevar los domingos a su esposa en las faenas de la casa. Así, mientras él preparaba algo en la cocina, se acompañaba cantando algún bolero; al cual ella respondía haciendo dueto, mientras en su habitación se dedicaba al cuidado de su belleza. Ese concierto doméstico y las audiciones de Los Panchos completaban el entretenimiento musical de Cheo. Las figuras de su admiración en esa época eran Chucho Navarro y Carlos Julio Ramírez.

Chucho, voz segunda del trío, fundado el 14 de mayo del 44,
en asocio de Hernando Avilés y Alfredo Gil.
A fuer de tocaimero, principió cantando en los barcos que viajaban por el Magdalena.
Laureano Gómez le colaboró con su formación musical,
mas no lo recibieron en el Conservatorio, por estar "viciado de bambuco".

Pesaba más la urgencia rítmica, como que en su niñez y en asocio de sus vecinos, formó el Combo de las Latas, para armar tremendos rumbones a cualquier hora, a punta de caneca. Esta aventura aficionada y algunas lecciones musicales en su pueblo natal, es todo lo que hay sobre Cheo en Puerto Rico.


Cantante por accidente.

De haber tenido más de un trombón en la ponceña Escuela Libre de Música, puede que hubiéramos tenido un Cheo a lo Willie Colón. Pero los trombones llegaron al mismo tiempo de su traslado a Nueva York, cuando el inquieto aprendiz de música tenía unos 17 años.


Un timbalero entretiene a los parroquianos de Broadway y la 50.


En NY lo esperaban los mismos rumbones de su pueblo, mas el salto geográfico también se reflejó en un cambio tecnológico: Cheo superó la edad de los metales para llegar a la de los cueros. Los muchachos, según quiere su memoria, andaban para todo lado con una conga debajo del brazo. Y quiso la fortuna que en dichos rumbones menudearan los coristas, pero nadie se animara a llevar la voz líder. Ese accidente, según el propio Cheo, o contingencia más bien, le mostró la posibilidad de ser solista,  así como de darles rienda a sus inspiraciones.
Sin embargo, la idea de ser un gran percusionista no estaba cancelada, como que Cheo buscó a uno de los más destacados músicos de la época para oírle las lecciones: Francisco Bastar, alias Kako.

Kako, sanjuanero, menor que Cheo, hijo de bongosera y bailarina, y pelotero.
Principió sus andanzas musicales con Cortijo. También llegó a NY en el 52.

Si en cualquier parte se formaba un rumbón, el sitio en que se movían los hilos de la escena musical era la Unión de Músicos, en la 52 y la 8.a Avenida. Allí, tras el examen de rutina, Cheo se registró como percusionista. Aprovechó para conocer a los grandes, y trabajó de utilero en las bandas de Machito y los Titos. Esos camaradas de rumbones comenzaron a insistirle a Tito Rodríguez para que le diera una oportunidad a su ayudante. Para la anécdota vale aquello de se non è vero

-¿Pero Cheo, tú cantas?
-Yo soy el mejor cantante del mundo.

Tito sonrió y, entregándole las maracas, lo presentó en el Palladium, efectivamente, como el mejor cantante del mundo.
El número de su estreno fue Changó ta vení, con tal suceso que el público le pidió una más. Eso tuvo que ser hacia el 54. Esa misma canción le conseguiría el puesto en el sexteto de Joe Cuba, en remplazo de Willie Torres.


Oficio de cantante.

Octubre 5 del 57 es una fecha importante para Cheo, por doble concepto. En la mañana se casó, en la noche tuvo su primera presentación con el sexteto de Joe Cuba. Luego del baile, tomó a su mujer, una bailarina puertorriqueña, y salieron de luna de miel.

Para fines de la década, el sexteto había ganado tanto terreno que no lucía opacado en los bailes, cuando compartían tarima con los Mambo Kings. Era el fin de la era de las big bands, el relevo generacional en El Barrio.

Triunfos agridulces.


Parece que Cheo, por haber llegado ya grande a NY, no se tenía mucha confianza para cantar en inglés. En todo caso, en el 62 aparece el disco de la fama del sexteto. Steppin’ Out, en donde se registra el bolero Cómo ríen, de Feliciano y Jiménez (los mismos de El ratón). No vamos a citar A las seis, el cañonazo de Sabater que abre el disco. Sugerimos un número del propio Cheo, Que va, con una intro también contundente:


Recuerda Tommy Berríos que, cuando Cheo acabó de vocalizar el tema, se produjo un silencio, seguido de un emotivo aplauso. Entonces llegó la hora de grabar To be with you, y Sonny -como le decían los amigos a Joe Cuba, que de pila era Gilberto Miguel- le pidió a Jimmy Sabater que entrara a la cabina. Ahí fue Troya: Cheo le reclamó a Sonny diciendo que a él le correspondía, como vocalista del grupo. Se dijeron cosas feas, pero lo cierto fue que Sabater grabó el tema, y se le recuerda por ello.

De manera que para Cheo cantar en inglés era tabú. Todos repiten, sin embargo, que la única vez que se le midió a hacerlo fue cuando versionó Yesterday. Pues nos complace anunciar que hemos encontrado otra perlita, en que Cheo no se priva de rematar con aquello de ay, mamasita linda..., tan peculiar de su estilo:



et plus ultra.

La carrera de Cheo seguirá en ascenso, con un capítulo dramático: las descargas con Alegre, la ruptura con Joe Cuba; el disco con Palmieri, la caída en las drogas; la recuperación en Puerto Rico. Luego el triunfo y la consagración final, de Fania para acá.


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