Una de las entrevistas en que más se sondeó la relación del nobel con la música, fue la que le concediera al periodista Armando López, en el 85, para la revista Opina. Varias veces se ha aludido a ella, pero aquí la presentamos con muy poca glosa, casi íntegra y en su orden prístino.
Con esta pinta del pintor Jesús Soto, no es difícil imaginarlo haciendo duetos rancheros. |
Luego de eliminar los dilemas música culta o popular, y música
comercial o comprometida, GGM da su opinión sobre la salsa:
Cuba antes del triunfo de la revolución era un gran productor
de música que se comercializaba a través del baile, el canto, la radio y el
espectáculo, pero Cuba no recibía los beneficios, porque su música la
distribuían las empresas discográficas norteamericanas. Hoy esa música cubana
sigue en el mercado y en primera línea con el nombre de salsa, que no es más
que los sones y guarachas cubanas utilizados por el imperialismo, por los
cubanos exiliados, que no por exiliados dejan de ser tan buenos músicos como lo
serían siendo revolucionarios.
Luego insiste contra el prejuicio de la comercialización:
El
Buey Cansao, para poner un
ejemplo, hubiera tenido el impacto que tuvo el mambo en su momento. ¿Qué hizo
Pérez Prado? Sí, tropicalizó el jazz, le puso los elementos Caribe, pero toda
la carrera que hizo el mambo, fue por el esfuerzo de la comercialización. ¿Qué
sucede con la mayoría de la música que se está haciendo hoy en Cuba? Pues, la
desaprovechan. Y yo no sé porque le tienen miedo a la palabra comercialización,
si lo importante de la comercialización es quien se beneficia de ella.
Vuelve a la carga el entrevistador, preguntando por el mensaje de
las canciones. El entrevistado se escabulle de nuevo:
La canción es como en la literatura o la poesía. Hay
literatura que sí expresa específicamente la revolución y otra que,
sencillamente, lo que hace es prolongar la tradición de belleza de la
humanidad. Es decir, enriquecer el patrimonio cultural de la humanidad. Yo
tengo la pretensión de ser un escritor revolucionario y no hay una sola
consigna en mis libros, no hay una sola proclama, no hay nada de esto. Y tú ves
a los ascensoristas, a los choferes, a los médicos, a los curas, leyendo mis
libros. ¿Cuál es el esfuerzo que yo he hecho? No sacrificar nada del valor
literario de un libro, y ponerlo al alcance de todos. Yo creo firmemente que
esto hace más trabajo revolucionario que una literatura específicamente
política. La música es revolucionaria, como la literatura es revolucionaria,
como la poesía es revolucionaria si es buena. Toda la belleza es revolucionaria.
Luego de asentar que es indispensable la creación de un público
para las artes, responde una inquietante cuestión:
Una vez oí decir que era una aspiración de García
Márquez escribir un bolero.
No solo era una
aspiración. Yo estuve tratando con Manzanero de hacer un bolero, por lo menos
durante un año. Y es lo más difícil que hay. Poder sintetizar en las cinco o
seis líneas de un bolero, todo lo que un bolero encierra es una verdadera
proeza literaria. Manzanero llegó hasta decirme que escribiera el argumento que
él lo sintetizaba. Pero yo lo que quiero es escribir la letra completa de un
bolero. Traté con Silvio Rodríguez también. Con Silvio fuimos más lejos en el
experimento. Yo le di el argumento y el me dio en un casete la métrica, el
número de sílabas que podía tener cada verso, las terminaciones de la rima.
Estuve meses tratando, pero no pude. Es muy difícil. Un bolero es algo que yo
admiro muchísimo.
Se repite el mismo juego:
el uno tira la red, pero el otro habilidosamente se le sale:
¿Qué importancia social concedes al bolero?
El bolero expresa
sentimientos y situaciones que a mí me conmueven y que sé que a muchísima gente
de mi generación la conmovió. Un bolero puede hacer que los enamorados se
quieran más y eso me basta para querer hacer un bolero. Lograr que los
enamorados se quieran más, aunque sea un momentico, es culturalmente
importante.
Preguntado sobre la influencia de la música en su obra, GGM suelta
esa famosa respuesta en que equipara su trabajo con el de cualquier compositor
vallenato:
¿Cien
años de soledad? Pues no es más
que un vallenato de 450 páginas, realmente eso. Lo que hice yo con mi
instrumento literario es lo mismo que hacen los autores de vallenato. Solo que
yo lo hice con unas posibilidades literarias más evolucionadas, porque una
novela es un producto más culturizado, pero el origen es el mismo.
GGM saca, para unas preguntas de cajón, respuestas reveladoras:
¿Qué puedes decirnos de las definiciones de música
clásica, culta y popular?
La música que llamamos
clásica hay que llamarla así porque no sabemos cómo llamarla, porque la
romántica y la barroca, también son clásicas. Y en cuanto a la música culta,
tiene su origen en la música popular. Hay un foto conmovedora. Una foto de Bela
Bartok, muy joven, allá por los años 20 ó 30, con una grabadora de manivela, en
medio de las montañas, recogiendo los aires campesinos de su natal Hungría,
para hacer luego la música artísticamente más elaborada que pueda existir. Una
música muy culta que tiene su origen en esas cancioncitas que él recogía con su
grabadora de rodillo.
¿Qué sucede cuando un artista se aleja de lo popular?
Si no hubiera sido por
Béla Bartók, Stravinsky y Schönberg hubieran acabado con la música. No porque
no sean grandes compositores, sino que se dejaron engolosinar tanto por la
técnica que eran capaces de hacer cualquier cosa sin contenido, sin
inspiración. Por suerte llegó Béla Bartók que venía de la tradición romántica
de Brahms y empezó a buscar sus fuentes en la música popular, como la buscó
Beethoven, como la buscaron Bach y todos los grandes músicos de la historia de
la humanidad.
Claro que también tiene su hipérbole bajo la manga, pero presentada como la cosa más corriente:
(...) se me presentaron dos desconocidos que querían hacerme una entrevista y me dijeron: "nosotros hemos estudiado El otoño
del patriarca, y hemos llegado a
la conclusión que la estructura de su novela es la del Concierto No. 3
para piano de Bartók". Y yo me asusté. Creía que solo había tomado de Béla
Bartók una serie de soluciones estéticas y, de pronto, esos señores me hablan y
termino yo pensando que ellos tienen razón.
Sus gustos, como puede deducirse, son
amplios:
Tengo desde Albinioni hasta Xenaquis, desde el barroco a la
música contemporánea más experimental, boleros, rancheras, todo de la época de
Bienvenido Granda, de Daniel Santos, de Quique Mandive (¿Kiko Mendive?), de los grandes de Cuba,
de Pérez Prado que es uno de mis ídolos, porque además, es la gran expresión
musical de mi generación. Nunca he entendido cómo una persona que quiera ser
culta, no tenga la música como uno de los elementos más importantes de su
formación cultural.
Y de la novela de su propia vida saca
una anécdota de los tiempos duros de París:
Déjame contarte. Yo canté profesionalmente hace muchos
años en París, en un night club llamado L'Scala, donde nos reuníamos los
exiliados latinoamericanos. Era una época tristemente gloriosa de América
Latina con Batista en Cuba, Trujillo en Santo Domingo, Rojas Pinilla en
Colombia, Pérez Jiménez, Somoza, Odria, Stroessner, Perón… Yo ya había sido
periodista, tenía una novela, La
hojarasca, y estaba escribiendo El
coronel no tiene quien le escriba, pero
había que sobrevivir. Cantaba en un grupo con Soto, el pintor venezolano. ¿Y
sabes qué cantábamos? Pues canciones mexicanas. ¿Cuánto nos pagaban? Ganaba por
noche unos 500 francos, algo así como un dólar, pero vivía o mejor cuarto
vivía, y yo me decía, si logro medio vivir, voy agarrando algo. Todavía anda
por ahí un casete que Carlos Fuentes está loco por rescatar, donde él y yo
cantamos un long playing completo de canciones mexicanas a dos voces.
GGM aprovecha para decir cosas que
seguro otro no podría:
¿Qué música cubana escuchas en tus viajes por el
mundo?
De la que más se habla
es de la Nueva Trova, tal vez, porque es, digamos, la más difundida, la más
protegida por las autoridades culturales de la revolución, la que en los
sectores cultos de Cuba, consideran la expresión cultural de la revolución.
Pero como te dije anteriormente, en pleno carnaval de Santiago de Cuba, me di
cuenta que hay otra música aparte de la Nueva Trova. Había un conjunto, ¡y qué
cosa tan maravillosa estaban cantando! ¡Ahora lo que tengo es mamey…! ¡Chico, qué cosa
más buena! Pero cuando yo exclamé ¡son excelentes! me dijeron: "pues
ese grupo se va a terminar, porque el que canta se gradúa de ingeniería y el
que toca el saxofón de medicina", y pensé, cómo desaprovechan su música
los cubanos.
Y fíjate tú, que luego
me reviento buscando discos de esa sabrosa melodía, sin encontrarlos, porque si
acaso existen son tiradas tan pequeñas que en uno o dos días se agotan.
Imagínate, qué posibilidades de divulgación internacional puede tener una
música con tiradas así y sin promoción de ninguna clase. No es que uno espere
que la única suerte que pueda tener esa música sea convertirse en mercancía, es
que la comercialización es la forma moderna de divulgación. Eso lo inventó el
capitalismo, pero debemos aprovecharlo en el socialismo.
Lo cierto es que los
cubanos no están aprovechando un filón cultural tan importante como es su
música popular y hay el peligro de que si no se estimula el filón empiece a
extinguirse.
El pobre periodista no pierde la esperanza de cogerlo corto, pero
el entrevistado sigue dándole lecciones:
¿Qué música estimas que debemos divulgar?
Eso lo decide el
público que la consume, la gente. Lo que pasa es que el capitalismo se ha
adueñado también de las palabras y no podemos decir consumo porque parece que
fuera capitalismo. Para finalizar te diré que estos son criterios, formas de
valoración sobre problemáticas que aún no están resultas, que tienen que irse
resolviendo.
Un momento, una última
pregunta, ¿qué estás escribiendo?
Hoy acabo de terminar
una novela.
¿Quieres hablar de
ello?
No, cómprala… y léela.
Por supuesto que ni un nobel puede soltar esas perlas sin atenerse a las consecuencias. La tormenta se desató desde las columnas de la revista Bohemia, pero esa es otra historia...
Ahora el broche musical. Sábese que GGM empleó unos versos del gran Leandro Díaz como epígrafe de su novela de amor. No hay, pues, exageración en lo de un vallenato de cientos de páginas.
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