viernes, 6 de octubre de 2017

A mí no me tocan campana: la radio y las estrellas del canto

Los reality shows tienen un bonito antecedente en el mundo de la radio. Desde que existe el medio, las emisoras ocupaban parte de su programación en programas de aficionados, que facilitaban la renovación de artistas y el ahorro de costos a los dueños de los medios. 
Todo dependía de que una campana no cortara los sueños del cantante en cierne y, luego, que el aplauso del público diera el ganador de la jornada. 


Aurora Lincheta en La corte. Revista Bohemia, 1938.

En la radio cubana, el más recordado es La corte suprema del arte, nombre que ya debía de infundir algún miedo en los participantes. La corte arrancó el primero de diciembre de 1937, en la emisora CMQ, con tres premios desde 10 pesos, equivalentes a dólares. Había eliminaciones mensuales y trimestrales, luego de las cuales se adquiría la calidad de Estrella naciente. Estos agraciados entraban a trabajar en los programas de la emisora. La primera etapa del programa corrió hasta 1943, cuando CMQ cambió de manos. Del alcance y repercusión del espacio da fe el testimonio de un oyente barranquillero y de otro mejicano. 
Miguel Gabriel, uno de los dueños de la emisora, se encargaba de operar la campana (timbre), ingrato oficio por el cual se le conoció como El sacristán.
Entre las estrellas descubiertas en el programa, suele citarse el nombre de Rosita Fornés, vocalizando La hija de Juan Simón. El caso de Celia Cruz es bien conocido. Ocurrió en Radio García Serra, programa La hora del té. Allí ganó, sucesivamente, torta y cadenita de plata. Luego se sacó el premio mayor, en La corte: 15 dólares, ejecutando el tango con clave Nostalgias*.
Un número recuerda el concurso: A mí no me tocan campana (Alberto Zayas), en voz de Carlos Embale.

A GGM sí le tocaron campana.

Esther Forero con Tomás Barraza en el radioteatro de la emisora.
Foto: elmuellecaribe.com

Refiere García Márquez haber oído un espacio del mismo tipo en La voz de la Patria (fundada en 1936): La hora de todo un poco, a cargo del maestro Ángel María Camacho y Cano. No solo eso: llegó a correr el riesgo de presentarse al programa, con traje de primera comunión. Camacho le hizo una prueba de tono al piano; acto seguido, el aspirante procedió a tentar su suerte con Los cisnes, de Ramón Carrasco. Como fuera muy alto el tono, "la campana sonó sin corazón". En fin, se esfumaron los cinco pesos del primer premio.

*De manera distinta, en Ramírez Bedoya.

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