miércoles, 13 de noviembre de 2013

El último combate de Miguelito Valdés

El último combate de Miguelito Valdés
(A 35 años de su partida)
Oct. 8 / 78
Mi querido Babalú:

Estaré ahí contigo y en el Tequendama del 6 al 19 de nov. Será un gran placer verte y darte un abrazo.
Miguelito.

Lo que copiamos es el contenido del último escrito que se conserva de Miguelito Valdés, una invitación a su ciclo de presentaciones en la capital del país, dirigida a su amigo caleño Alcibiades Bedoya.
El artista cubano llegó a Bogotá en la tarde del domingo 5 de noviembre. En el país dos sucesos monopolizaban las páginas de los diarios: el derrumbe de una torre en Barranquilla y el combate Valdés-Corro. No se sabe cuál de los Valdeses buscó al otro: lo cierto es que una foto congeló el encuentro de los púgiles, seguro ignorantes de que ambos caerían noqueados en esta plaza. Miguelito, con sus seis pies de estatura, se había ganado la vida de varias maneras, pero tuvo particular éxito en el deporte de los motetes: 23 peleas victoriosas para venir a sucumbir ante Eladio Sardiñas, el inmortal Kid Chocolate (GCC). Ojo a este Sardiñas que, además de tumbar a Babalú, le inspiró el apodo al gran trompetista Armenteros; pero esa es otra historia…


La gira bogotana de Valdés estaba programada del 6 al 19, como lo confirma en el mensaje arriba copiado (aunque la publicidad de Kent anunciaba a su artista exclusivo del 6 al 20). La agenda del ya veterano Babalú debió de estar bien apretada, pues hay noticia de una grabación discográfica en esos escasos cuatro días transcurridos entre el domingo y el jueves por la noche. Ese registro, una auténtica rareza, consistiría en una selección de ritmos colombianos, representados en obras de Barros, Bermúdez y otros clásicos del folclor, respaldado por la orquesta de José María “Curro” Fuentes (sello Philips).
Para el mencionado jueves la publicidad ofrecía un espectáculo como para alquilar balcón: Sandro, seguido de Mr. Babalú, Mario Gareña, Luz Ayda y Arturo Alejandro.

El final.

Llegamos así al salón Monserrate, piso 17 del Hotel Tequendama, de Bogotá. La función trascurría como cualquier otra. Miguelito, al decir del anónimo cronista de El Espacio, principió su actuación pasada la medianoche, interpretando un número llamado Recorrido por las Américas, popurrí de géneros latinos. Unos dicen que el ataque sobrevino cuando recorría los ritmos brasileños, otros dicen que lo sorprendió al llegar a los ritmos cubanos. En cualquier caso, Valdés se llevó la mano al pecho en ademán de desabrocharse y cortó con un angustioso grito: “¡Perdón, amigos!”; acto seguido cayó. “Es un nuevo show de Miguelito Valdés”, soltó inocente el cantante barranquillero Mario Gareña (1932, compositor de Yo me llamo cumbia). Acudieron en su auxilio el mencionado Gareña y el empresario del evento, René Cabel. La orquesta de Tomás Di Santi se detuvo: la altura bogotana había noqueado a un jayán que solo había caído a manos de Kid Chocolate, si bien el primer campanazo lo había oído en México, donde un preinfarto intentó derribarlo en marzo del mismo año.
Caído Miguelito, la sorpresa y el pasmo impidieron una reacción pronta de alguna de las casi trescientas personas que lo vieron muriendo como siempre había deseado: en un escenario, fuera aporreando los cueros, pulsando la guitarra o encendiendo el ambiente con la vocalización de uno de sus clásicos afros. Tal deseo se lo había manifestado esa misma noche, antes de subir al escenario, a un amigo colombiano, Aldo Delgado, diciéndole: “Hermano, si llego a morir algún día, la gente me recordará siempre, ya que mi único deseo es morir en un escenario y cantando”. El amigo de varias correrías conservó con devoción el smoking que Babalú vestía esa noche, el reloj de pulsera y los documentos personales del ídolo.
Volviendo al tumulto que rodea a Babalú caído, denuncia el cronista de El Espacio que la enfermera de turno del hotel tardó 15 minutos en llegar al sitio a prestarle los primeros auxilios. Como si todo se confabulará en su contra, el equipo de oxígeno solicitado demoró en llegar el doble que la enfermera y, una vez en el sitio, no se encontró quién supiera manejarlo. A falta de una camilla, se pensó en trasladar al enfermo en una mesa de cocina. En fin, entre una cosa y otra, Miguelito estuvo tirado en el salón alrededor de una hora; de manera que, cuando llegó al Hospital Militar, ya no se pudo hacer mayor cosa por el moribundo. Allí, en efecto, se comprobó el deceso a la 1:35 de la madrugada, según nota de El Tiempo.
Parece claro que alguno de nuestros cronistas exagera, pues el espectáculo arrancó después de media noche, sin que sepamos cuántas piezas alcanzó a interpretar Babalú; se presentó la emergencia y el auxilio debió de tardar por lo menos media hora, a lo cual hemos de sumar al menos otro cuarto de hora en el traslado del hotel al hospital, donde nos dicen que se verificó el deceso a la 1:35 a. m.
Minucias aparte y, en parte, gracias a la imprevisión del emblemático hotel, esa madrugada el nombre de Miguel Ángel Eugenio Lázaro Zacarías Izquierdo Valdés y Hernández quedó indisolublemente unido al de la ciudad de Bogotá, donde parece que fue el primer artista extranjero en morir en escena y el primer cubano en hacerlo fuera de su país (AB).

Los dos Valdeses, días antes del concierto: ambos boxeadores, ambos salieron noqueados.
Foto El Tiempo.
A la muerte de Chano Pozo, Valdés, como buen amigo, se encargó de su funeral. Cuandó Babalú murió, Matilde Díaz encabezó el grupo de amigos que se encargó de las diligencias relacionadas con el cadáver; si bien otros dicen que el encargado fue Cabel. Del traslado del cuerpo a México parece que se ocuparon sus paisanos Celia Cruz y Celio González.
En los diarios la noticia se difundió al día siguiente, como también se difundiría la noticia relacionada con el otro Valdés, que perdió ante Corro. Los dos tocayos y una vez colegas, compartieron la suerte en un combate definitivo.


Reacciones.
Compungida, Matilde declaró: “Con la muerte de Miguelito Valdés la música está de luto. No puedo apartar de mi pensamiento por un solo momento su recuerdo, su simpatía, su sencillez y, sobre todo, su profesionalismo. Nos ha dado un ejemplo al morir cantando y en pleno escenario, como lo quería y lo comentaba con frecuencia”.
El vacío que nos deja es inmenso", aseguró desde Miami Celia Cruz. Bobby Capó, a la sazón Director de la Oficina de Puerto Rico en EE. UU., declaró que “el arte latinoamericano pierde con Miguelito Valdés a uno de sus más grandes embajadores”. Luis Armando Feliciano, en la emisora nuevayorquina Radio Wado, cumplió con el deber de confirmar la mala nueva a los oyentes que se comunicaban incesantemente. En honor de la trayectoria artística del finado emitieron el espacio Viernes para recordar (NA).
El compositor cubano José Carbó Menéndez, amigo del cantante, rectifica algunos datos difundidos de la vida del artista: que en realidad tenía 68 años, y no algunos menos como prefería admitir, y que su padre era cubano y no español.

Queremos cerrar esta nota mostrando hasta dónde ha llegado la influencia de Babalú, poniendo como muestra a uno de los artistas consagrados del Brasil: Ney Matogrosso.




Fuentes: 
El Espacio, El tiempo, El Espectador, El País y El Pueblo.
AB: Alcibiades Bedoya
FPV: Fausto Pérez Villarreal
GCC: Guarino Caicedo C.

NA: Naon Abramovich


Miguelito Valdés en la 1020 de Bogotá, con Julio Sánchez Vanegas.



Invitación de Valdés a su amigo Bedoya.
Cartel completo, con Sandro a la cabeza.

Los dos Valdeses perdieron el combate en Bogotá. Foto: El Tiempo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario