domingo, 31 de agosto de 2025

Canto a Palmieri, in memoriam

La gran figura y obra del gran Eddie Palmieri, en la hora de su desaparición, debe abordarse por partes, por capítulos. En este caso, el que corresponde a Colombia, a partir de una anécdota y una canción.

La anécdota es de Medardo Arias Satizábal, quien mereció el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, en 1982, categoría Trabajo de investigación - prensa, con Esta es la verdadera historia de la salsa, aparecida por entregas en el Diario Occidente. Volviendo a la anécdota, la parte pertinente dice así:


Colombia, te canto, en un sencillo de 1978. Nótese que la duración allí es de 3:54.



La primera vez que Eddie Palmieri fue a Colombia, el empresario artístico Larry Landa quiso que iniciara su gira en el puerto de Buenaventura, como un reconocimiento al lugar por donde entró la Salsa a Colombia. Eddie llegó con su orquesta, y no obstante la publicidad previa que había hecho el empresario a través de la radio y en avisos callejeros, a las siete de la noche el Coliseo del puerto permanecía desierto. El concierto estaba programado para las ocho. La verdad es que nadie en Buenaventura creía que un músico de la dimensión de Eddie Palmieri podía estar en realidad ahí, y esta incredulidad era la que había detenido a la gente en sus casas. En los bajíos, por las casas lacustres de los pescadores, corría el mito de que Palmieri tocaba en “un piano de oro con teclas de marfil”. Le dije a Larry que lo más conveniente sería ir hasta el cuartel de bomberos, y pedir prestada una máquina para exhibir a la orquesta por toda la ciudad, con sirena de incendio incluida. La idea prendió inmediatamente, y los bomberos fueron solícitos en esta petición. En pocos minutos vimos a Palmieri paseando como un Rey con toda su corte, saludando desde la parte de arriba la máquina. En segundos se armó un tropel de gentes que corrían detrás con el deseo de comprobar que sí, en realidad se trataba del pianista excelso que había llegado directamente de Nueva York; había llegado a apagar el fuego de la incredulidad, y a encender el de la alegría. Junto a él, Chocolate Armenteros levantaba una trompeta y también Ismael Quintana se brindaba al saludo de los porteños. En sólo una hora, el coliseo estuvo a reventar*. 


No hay seguridad en la fecha, pero parece haber sido hacia 1978. En todo caso, sería la única razón evidente para que Palmieri dedicara una canción al país: Colombia, te canto, aparecida en el elepé Lucumí - Macumba - Voodoo, de dicho año.
Ahora bien, esta anécdota no explica una composición anterior de Palmieri, vocalizada por Lalo Rodríguez: Mi cumbia, de 1974.




*Arias, M. Eddie Palmieri, la verdad en la salsa. Agulha Revista de Cultura, quarta-feira, 19 de novembro de 2014.

Rafael Quintero indica que esa gira, de principios del 78, fue un fracaso en taquilla. Además de Buenaventura, se presentaron en Las Vallas y en el coliseo El Pueblo, de Cali. El empresario Larry Landa, en todo caso, quedó muy satisfecho. Cali, salsa for ever. Cali: Universidad del Valle, 2022.

El informe de Cromos (19-7-1978: n. 3157) reporta éxito en la Santamaría de Bogotá, no obstante ser el día de la final del mundial (25 de junio). Destacan el solo de Francisco Aguabella, que "enloqueció a los salsomaníacos". Asimismo, que fue Chocolate Armenteros quien más gozó del viaje en máquina de bomberos, con manguera en mano gritando a las muchachas: "¡Si tu novio no te lleva al coliseo, bótalo!". Palmieri da a entender que la canción a Colomba ya estaba grabada. El Tiempo anunció la llegada de Palmieri y Quintana para el viernes veintitrés, mismo día que debutarían en Buenaventura. Los teloneros serían las orquestas de Píper Pimienta y de Fruko (El Tiempo, 22-6-1978).

domingo, 17 de agosto de 2025

Lalo Schifrin por la vereda tropical

Debe de ser el tercer argentino que transita orgullosamente por este espacio (Leo Marini y el Negro Mora le anteceden). Lalo Schifrin (1932-2025) ya pasó a la historia como compositor de una emblemática pieza para el cine, lo cual no nos puede apartar de la parte latina de su obra, menos conocida. Comenzó a estudiar piano a los cinco años, con Enrique Barenboim. En su adolescencia, el jazz lo deslumbró al escuchar discos que traían sus compañeros del Colegio Nacional de Buenos Aires. Escuchar a Louis Armstrong, Fats Waller, Charlie Parker y Dizzy Gillespie significó para él «una conversión religiosa... fue el camino a Damasco». 


Schifrin y Gillespie, americanos y latinos, a su manera. Foto: Phil Stern.


A los 22 años, obtuvo una beca para el Conservatorio de París. Estudiaba con los compositores Olivier Messiaen y Charles Koechlin durante el día, tocaba jazz en clubes parisinos por la noche y también escribía arreglos musicales para sellos discográficos. No fue el estudiante latino pobre en París: sus ingresos le permitieron alquilar su propio apartamento en lugar de vivir en residencias de estudiantes. 

Vuelto a Buenos Aires en 1956, fue invitado a formar una big band de jazz para radio y televisión. Luego de un concierto de Gillespie y la banda del Departamento de Estado en la embajada estadounidense, actuó con su propia orquesta en una cena en honor al famoso trompetista. Antes que tomara del todo su camino a Damasco, debe mencionarse su colaboración breve con Cugat: Cumaná (Barclay Allen). El binomio registró dos obras en 1959: Cha cha cha of the Hours y Rock moruno [Catalog of Copyright Entries: Third series, 1959].

Gillespie lo invita al norte y terminó trabajando como su pianista por tres años y escribiéndole las suites Gillespiana (1961) y The New Continent (1962). De la primera se pueden citar Panamericana y Toccata. La percusión latino estuvo en manos de Cándido Camero, Jack del Río y Willie Rodríguez. Es la época de la bossa nova y Schifrin, como latino, no podía desaprovecharla: Desafinado (Jobim-Mendonca), Insensatez (Jobim-Moraes), Chora tua tristeza (Castro-Fiorini), Chega de saudade (Jobim-Moraes), pero también menos conocidas como Apito no samba (Antonio-Bandeira). De su cosecha son, entre otras, The Wave y Lalo's bossa nova. Tampoco queda por fuera el maestro Villa-Lobos, con sus Bachianas brasileras n. 5.


Schifrin, en todas las vanguardias.


Ya en el plano de arreglista y director, le metió mano a todo, incluyendo The Peanut Vendor (Simons-Sunshine-Gilbert) y El Salón México (Copland). A estas alturas, ya se había mudado a Los Ángeles con Donna, su esposa, para trabajar en la industria cinematográfica. Con el trompetista Al Hirt nos presenta los consagrados Frenesí (A. Domínguez), Angelitos negros (Maciste-Blanco), Taboo (Lecuona-Russell) y un Sabor a mí, titulado en inglés Be true To Me.

Schifrin se prodigaba en los estudios apareciendo en proyectos raros como La Clave, de Benny Velarde: “Me presenté, me pusieron la música delante, hice lo mío y listo. Fue muy sencillo”. Lo suyo fue Latin Slide y Cocoa Leaf; junto al cóver Soul Sauce (Gillespie).

En 1992, inicia la serie Jazz Meets The Symphony, con referencias al blues, Ellington y Gillespie. En 1996, volvió a montar Gillespiana con la orquesta WDR, de Alemania, junto con Jon Faddis en la trompeta y David Sánchez en el saxofón. El espectáculo se registró en audio y video.

Bonus track. Schifrin, haciendo su versión de otro gran compositor de bandas sonoras, John Williams: Jaws.

Sobre el primitivo purismo musical de Schifrin y la utilización comercial del término "latino", Músicos en tránsito: La globalización de la música popular argentina: del Gato Barbieri a Piazzolla, Mercedes Sosa y Santaolalla, por Matthew Karush.

La discografía schifriniana, comentada por Douglas Payne.

*Hemos tomado los datos biográficos del obituario que le dedicó The Guardian.